miércoles, 1 de octubre de 2008

FUNCIÓN SUSTANTIVA DE LA UNIVERSIDAD

Rodolfo López Garibello

“Reflexionar sobre la Universidad debe asumir,
como imperativo, el recuperar el sentido
deliberatorio de su accionar...”
Liliana Margarita Del Basto

El concepto de paz es uno de los que alcanza quizá mayor grado de consenso social en el mundo. Todos nos manifestamos a favor de ella; a pesar de que es un valor no puesto en práctica ni guiado precisamente por las relaciones personales en la convivencia diaria a nivel de grupos sociales y entre Estados. Por ser un término un tanto polisémico, desde esta margen consideraremos la paz como el momento de elevada justicia y reducida violencia, asociada a conceptos de desarrollo humano, cooperación, igualdad entre relaciones, respeto a los derechos fundamentales y no guerra.

Es un deber de la razón práctica buscar la paz , situación que sólo sería posible a través de una verdadera democracia bajo la coherente gobernabilidad de los Estados; el quebrantamiento de los derechos sociales, económicos y culturales de la mayoría de la población, hacen que cualquier democracia pierda su esencia, la cual es, garantizar la obtención de esos derechos, facilitándole su salida del círculo perverso de exclusión-empobrecimiento-violencia donde se encuentra sumida, para conducirla a la creación de otro círculo virtuoso de inclusión creativa-libertad-desarrollo que le permita alcanzar la paz. Esto sólo es posible si se logra impartir a la sociedad una adecuada cultura, a través de una educación que propugne la convivencia y participación democrática, preparando ética y políticamente a los ciudadanos con base en el fortalecimiento de las competencias comunicativas.

En tal sentido, la Universidad tiene un compromiso social, está llamada a ser la institución protagonista del fortalecimiento y promoción de la cultura de las sociedades, en su papel de orientadora, aproximándose a sus inquietudes, resolviendo sus problemas y proveyendo los avances, entre las tareas fundamentales que debe realizar. Por tal razón, la misión de la Universidad es ser productora de conocimiento, centro de investigación y formación, dentro del nuevo marco que considera la cultura como “el todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, la costumbre y cualquier otra capacidad y hábito adquirido por el hombre en cuanto que es miembro de la sociedad” . Es decir, se considera la cultura como un producto y patrimonio social de la humanidad, confiriendo a los hombres las formas de vivir, de actuar, de pensar y de sentir.

Lo anterior nos lleva a replantear con premura, la conveniencia de asumir la educación actual como el único recurso, que desde las instituciones educativas, especialmente las Universidades, contribuya a hacer de éste, “un mundo más humano en un ambiente social en el que impere la dignidad, la libertad del hombre y la mujer y, en el que la naturaleza externa no sea percibida como simple objeto de conocimiento, de manipulación o de control” . En consecuencia, la educación debe ser impartida desde una perspectiva donde se ponga en primer plano la formación ética, moral, y política de los ciudadanos, que garantice el cumplimiento de los derechos humanos, facilite el desarrollo económico, la convivencia, fortalezca lo público y la democracia (Hoyos, 2004. p. 8).

La Universidad no sólo responde a la función de producir conocimiento o ser solamente centro de investigación y formación académica, debe adjudicarse una nueva misión que comprende la proyección de una educación que permita alcanzar la convivencia democrática, adecuándose al nuevo paradigma del funcionamiento social dentro del marco de la globalización; por mucho tiempo ha sido considerada como la institución gestora y productora de saberes y conocimientos, situación que ya no es así, pues el conocimiento se está gestando en otros contextos representados por nuevas agencias de socialización e interacción de sujetos con conocimiento donde las culturas confluyen. Esto nos lleva a pensar que la Universidad, en otrora, considerada como “templo del saber” sobre la cual se construyó el desarrollo de todas las sociedades, se encuentra en el centro de una gran discusión, debido a la crisis de legitimidad, institucionalidad y hegemonía suscitada en su interior, presentándose una ruptura donde se pone en tela de juicio la “racionalidad moderna” y al mismo tiempo, generándose un gran debate en torno a la teoría del conocimiento científico. De esta manera, la Universidad ha de convertirse en una comunidad crítica, “espacio privilegiado para la búsqueda cooperativa del bien común y la formación de la opinión pública y la voluntad de los ciudadanos” .
En consecuencia, la Universidad debe ser un lugar donde se instituya el diálogo tanto en su interior como con la sociedad civil, para que desde estos dos contextos se logren acuerdos con el Estado y se camine en la misma dirección en la búsqueda de escenarios que permitan la obtención de intereses comunes en beneficio de la sociedad. Por ello, este diálogo debe fundamentarse en lo público, como aquello que convenga a todos de la misma manera para su dignidad, definiendo de esta manera la función sustantiva de la Universidad: la construcción de la sociedad.

En este sentido, el conocimiento de lo público es condición esencial para lograr una sociedad civil formada democráticamente para que de ésta forma sea partícipe en la conquista del Estado Social de Derecho. La consolidación de la sociedad civil y el fortalecimiento de lo público se debe sustentar en una adecuada fundamentación moral y ética, soportada en procesos comunicativos que retoman el concepto de la moral kantiana y que son explicados por Habermas en su teoría de la Acción Comunicativa; es así como primero se deben cimentar las bases para que los seres humanos sean formados en actitud tolerante, como paso inicial de una eficaz comunicación donde se hallen siempre interlocutores válidos que mediante argumentaciones sólidas logren generar consensos que posibiliten la solución de cualquier tipo de problema.

De esta manera, el objetivo principal de los participantes en cualquier diálogo o ejercicio de deliberación es encontrar el mejor argumento, para hacer prevalecer la idea más apropiada en procura de la verdad, teniendo presente las normas esenciales de convivencia, como el respeto recíproco, la aceptación, la solidaridad y el reconocimiento de otra persona con igualdad de derechos a pesar de las diferencias. Lo anterior expresa el carácter ético que la Universidad debe fijar en su quehacer cotidiano en la enseñanza de la moral como forjadora de hombres que aceptan sus deberes, respetan los derechos y actúan conforme a ellos. Esto revalida la importancia que alcanza el lenguaje a través de las competencias comunicativas en los procesos cognitivos y éticos, ya que facilita la inclusión de los seres humanos con condiciones suficientes y necesarias en el sistema de interacción social, posibilitándoles su participación activa y deliberativa en la búsqueda de su bienestar dentro de la comunidad, tal como lo expresa Liliana Del Basto refiriéndose a las expectativas de reciprocidad del actuar comunicativo desde una concepción ética y moral:

“Ello posibilita la comprensión de lo público, del servicio que presta la Universidad, de la función social que desempeña en el momento actual, e invita a la participación, la convivencia, la conversación, la cooperación para lo común y el trabajo en equipo; son los mismos componentes de una concepción deliberativa de la educación y de los procesos formativos que al interior de la Universidad deben ganarse con miras a la consolidación de una sociedad autogestionada basada en el fortalecimiento de lo público y la democracia” .

Por lo anterior, la Universidad no sólo tendrá la tarea de formar profesionales, técnicos, tecnólogos, docentes o investigadores que miren al mundo objetivamente apoyada en un racionalismo que separe los hechos de los valores, sino que además debe entender que en el ámbito de lo subjetivo el conocimiento de la moral también tiene un carácter racional, es decir, es perentorio el reencuentro de lo cognitivo con la práctica, que es el terreno del “deber ser”, de la acción moral, en consecuencia la educación universitaria tiene como fin facilitar las pretensiones de “verdad”, que gracias a la ciencia, la técnica y la cultura los hombres y mujeres se aproximan en buena al mundo objetivo; de “corrección”, donde el hombre aprende a comportarse en la sociedad, tomando como base normas que le indiquen el justificar de su accionar; de “veracidad”, referidas al mundo subjetivo, por medio del cual cada persona se identifica a través de las razones y motivos de sus actividades particulares.

De manera particular, nuestra sociedad colombiana ha tenido que soportar por muchos años una cruda violencia, de la cual hemos sido víctimas de una u otra manera; desde el mismo momento en que nos consolidamos como república, se ha dado un largo proceso de lucha y enfrentamiento de varios sectores que han buscado beneficios propios desconociendo el interés común, el bien de todos y el interés colectivo que debe primar en una verdadera democracia. Esta propuesta de ver la Universidad como alternativa de solución para lograr la pacificación, a nuestro modo de ver, es la comprensión que como seres humanos racionales debemos buscar la solución a los conflictos dentro de nuestro sistema educativo.

Por tanto, la Universidad representa la institución donde se gesta el máximo desarrollo científico e intelectual, es decir, allí es donde se debe preparar a los ciudadanos ética y moralmente con conocimiento de lo público, con claro entendimiento del significado de la justicia y bajo la fundamentación del manejo comunicativo que permita ofrecer a la humanidad ciudadanos comprometidos con el mejoramiento social, bajo un ambiente democrático donde prime el poder argumentativo de los seres humanos para así lograr la tan anhelada paz.

REFERENCIAS


DEL BASTO SABOGAL, Liliana Margarita. (s.f.). Elementos Teóricos para Encontrar el Sentido de la Universidad. Ibagué: Universidad del Tolima.


DEL BASTO SABOGAL, Liliana Margarita. (s.f.). Lo Público y la Sociedad Civil en el Contexto de la Universidad. RUDECOLOMBIA. Ibagué: Universidad del Tolima.


GARAY SALAMANCA, Luís Jorge. (2002). Colombia entre la Exclusión y el Desarrollo. Propuestas para la Transición al Estado Social de Derecho. Bogotá: Contraloría General de la República.


HOYOS VÁSQUEZ, Guillermo. (2004). Ética y Educación para una Ciudadanía Democrática. Bogotá: Universidad Nacional.


TYLOR, Edwar. (1975). La Ciencia de la Cultura, en El Concepto de Cultura: Textos Fundamentales. Barcelona: Anagrama.